Ricardo Gómez Ángel

Vivir o trabajar en un lugar perjudicial puede tener graves consecuencias para la salud humana.

Una “casa enferma” puede estar afectada por radiaciones de zonas de cáncer, energías invisibles que escapan a nuestra percepción y que se conocen como geopatías. Estas radiaciones dañinas pueden provenir de corrientes de agua subterránea, fallas geológicas, sótanos, entre otros. A menudo, consideramos nuestro hogar como un refugio seguro, por lo que la idea de que pueda ser la causa de diversas enfermedades, desde insomnios y jaquecas hasta leucemias y cánceres, puede parecer inaceptable a los ojos de la ciencia. Sin embargo, la observación cotidiana de los geobiólogos demuestra que, con frecuencia, el enemigo puede estar dentro de nuestra propia casa.

Según Raúl Echeverri, experto en geobiología, “la geobiología se enfoca en estudiar las relaciones entre la salud y el entorno donde vivimos o trabajamos, especialmente en el lugar donde dormimos cada noche”.

Puede parecer una especie de arte adivinatorio cuando un geobiólogo, durante una investigación geofísica en una casa enferma, identifica un punto específico en un dormitorio que coincide con la altura del pecho del durmiente y pregunta si la persona padece de bronquitis u otra enfermedad respiratoria. La sorprendente respuesta es, a menudo, “¿cómo lo sabe? Mi padre siempre ha tenido problemas pulmonares”.

Estas radiaciones provenientes de la tierra penetran verticalmente, de piso en piso, afectando la salud y perturbando el sueño profundo y reparador. Actualmente, sabemos que dormir en un lugar inadecuado puede ser la causa principal de trastornos del sueño. A corto, mediano y largo plazo, estas radiaciones nocivas pueden desencadenar graves enfermedades psicofísicas, estrés, migrañas e incluso enfermedades como la esclerosis, leucemia o cáncer en un período de tiempo relativamente corto.

ESTUDIOS…

Investigaciones realizadas por la profesora austriaca Kathe Bachler en Alemania describen la sensibilidad de los niños a este tipo de energía negativa. Muchos de ellos tienden a acurrucarse en un extremo de la cama o en las barandas de la cuna para evitar el efecto negativo de estas radiaciones, aunque los padres a menudo los vuelven a colocar en el centro de la cuna sin saber que el bebé está tratando de protegerse.

Calificar una casa como “cancerígena” o coloquialmente como una “casa cáncer” puede parecer carecer de fundamento científico, pero durante más de 60 años, se han llevado a cabo suficientes investigaciones que lo demuestran sin lugar a dudas. Las geopatías pueden ser aún más graves si vivimos en la parte superior de una falla geológica, sin importar la cantidad de pisos que haya sobre ella. En estos casos, la emisión de radiaciones puede ser lo suficientemente grave como para generar cáncer o anomalías genéticas en tan solo dos o tres años.

“Pero no solo el exterior de la casa puede estar afectado por contaminaciones electromagnéticas causadas por transformadores eléctricos o líneas de conducción de energía de baja, media o alta tensión; también, y lo que es más preocupante, las fallas pueden ocurrir dentro de la casa debido a instalaciones eléctricas deficientes o electrodomésticos defectuosos”, afirma Echeverri.

Hoy en día, los científicos han desarrollado una serie de dispositivos de medición que permiten a los geobiólogos detectar e identificar estas fuerzas invisibles. Estrés, insomnio y trastornos del sueño, desequilibrio nervioso, pérdida de memoria, agotamiento psicofísico (astenia), falta de apetito, alteraciones de la temperatura de la piel y/o del cuerpo, alteraciones de la visión cromática, alteraciones de las constantes sanguíneas con cambios en la presión, variaciones en la cantidad de grasa (colesterol), aparición de trastornos cardiacos, renales, gastrointestinales, dolor muscular y articular, artrosis y alergias, leucemias, cáncer y enfermedades autoinmunes son algunos de los trastornos que pueden afectar a las personas expuestas a este tipo de contaminación invisible.